Si la vida es sueño, el ser humano está hecho para vivir y soñar, o soñar viviendo o vivir soñando. Hay que saber atrapar esos instantes hermosos de felicidad en los cuales nos sentimos plenos, conectados con la divinidad y realizados al completo.
Soñar, soñar y soñar, porque nada cuesta, porque es una forma de inventarnos cada día la vida, porque el que no sueña es porque no tiene capacidad de desear aquello que no ha logrado, y porque hay que saber soñar y no todo el mundo sabe hacerlo.
Pasamos la tercera parte de nuestra vida durmiendo y yo me pregunto ¿cuántas horas al día dedicamos a soñar despiertos sobreañadidas a las que soñamos dormidos y en la cama? ¡Ay de aquél que no sepa soñar! Pobre de aquél que sea incapaz de fantasear en sueños aquello que la realidad no le ofrece porque es pobre, mezquina, y a veces injusta.
Los sueños son diferentes dependiendo de la etapa y del estado emocional en el que nos encontremos. Cuando somos viejos, además de dormir poco no soñamos, o si soñamos, tal vez no nos queda recuerdo de ello. De niños y de jóvenes, en cambio, se sueña más y los sueños tienen el poder de determinar el humor del día. Dentro de nosotros, los jóvenes, hay muchas cosas que ordenar: hay proyectos, y en los proyectos , inseguridades. La parte inconsciente no tiene un orden o una lógica clara: con los residuos de la jornada, hinchados y deformados, mezcla las aspiraciones más profundas, entre las aspiraciones más profundas, mete las necesidades del cuerpo. De tal manera, si tenemos hambre, soñamos estar sentados a la mesa y no conseguir comer; si tenemos frío, soñamos que estamos en el Polo Norte y no tenemos un abrigo.
Lamentablemente no somos seres suspendidos en una pompa de jabón. En nuestras vidas hay un antes y un después; y ese antes y después entrampa nuestros destinos, cae sobre nosotros como una red sobre la presa. Y todo queda plasmado en los sueños, porque ellos son un lenguaje más, como cualquier otro, o dicho mejor, con más significado que cualquier otro. Todos los sueños llevan un mensaje detrás de ellos, oculto en las más profundas ignorancias, que la inmensa mayoría de las veces no tiene nada que ver con lo soñado.
Es como el significante y el significado; el significante es el plano de la expresión, lo que percibimos; el significado es el plano del contenido. En los sueños ocurre idénticamente, lo que realmente soñamos equivale al significante, y el mensaje que hemos de descifrar es el significado. No hay significante sin significado, ni significado sin significante.
Pero ¿para qué sirven los sueños? El uso de los sueños es muy variado. Puedes usarlos como un presagio, ya sea de buena o mala suerte en los campos de la salud, el dinero y el amor. Pero también pueden servirte de advertimiento a la hora de llevar a cabo aquello que tienes en mente. ¡Ojo! Porque los sueños son muy traicioneros e influyen en la manera de ver a las personas, de actuar y de conocer el mundo.
Las únicas limitaciones que tiene el ser humano son las que uno se crea mentalmente. Si no sabéis, aprended a soñar; si soñáis, potenciarlos, pero no olvidéis nunca que LOS SUEÑOS, SUEÑOS SON.
